martes, 25 de marzo de 2008

Tonin

La yaya Milagros decia, no puedo irme antes de Tonin, no puedo dejar ese "peso" a sus hermanos.
Tonin, sonrisa feliz... no sabia que la mayor parte de la gente no era feliz como el.
Tonin, bondad infinita...
Si alguien se burlaba de el, no se daba cuenta. Yo me enfadaba y el me decia... dejales, estan contentos, no ves como se rien? y el se reia mas fuerte... los desarmaba con su candidez.
Quien podia no quererlo?
El queria a todos.
Trabajaba de recadero, era un trabajo importante y el se esforzaba mucho, no era nada facil encontrar en las fachadas los mismos numeros que habia escritos en un papel arrugado.
Solo una vez perdio el papelito, el peor momento de su vida, nadie le habia explicado lo que habia que hacer en esa eventualidad.
Nunca mas perdio algo, volvia a la tienda con el papelito y me decia, hoy he estado aqui, sabes donde esta? y orgulloso me explicaba como se llegaba a ese sitio y me enseñaba el papelito con los numeros casi borrados por el sudor.
Tonin, te gustan las chicas? Nooooo, soy demasiado joven para eso!
Tonin, escuchaba las conversaciones en el autobus y despues, cuando volvia, te explicaba una pelicula, una receta de cocina o el modo de curar los sabañones. Sabia repetir muy bien.
Se reia a carcajadas cuando decia los nombres de los actores extranjeros, debian hacerle cosquillas...
Tonin murio un martes, sonriendo, salia del hospital, volvia a casa y era feliz!
Yaya Milagros sin derramar una lagrima dijo: ahora ya me puedo morir... el sabado no se desperto... tenia casi 100 años.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En el pueblo de donde vengo, también había una Milagros como ésta, aunque su nombre era Carmen, la madre de "la Fina". Desde que era niño, recuerdo cómo se desgañitaba gritando a cuanto tarado hacía burla de su hija por el simple capricho de hacerla enfurecer. Con paso del tiempo aquel pueblo retrasado fue aceptando que aquella anciana, encorvada sobre sí misma, careciera de la fuerza de voz suficiente para resultar divertida. La madre de la Fina, aquel ángel a quién dios bendijo con la divina gracia de no entender el significado de la risa, confinándola en un estado de perpetua felicidad. Todos los pueblos tienen su Milagros, y sus Finas... y su Agustín el tonto...